Rehabilitació! (a El País edició Catalunya)

JOSEP MARIA MONTANER 22/04/2010

El poco peso de la rehabilitación de la arquitectura y de los barrios en España es otro signo de nuestro retraso. Mientras que la media de la obra dedicada a la rehabilitación en Europa es del 50%, en nuestro país no llega al 20%. Hace sólo tres años construíamos más vivienda nueva que el Reino Unido, Francia, Alemania e Italia. Hoy tenemos un millón de viviendas vacías y estos países han rehecho una parte de sus tejidos históricos.JOSEP MARIA MONTANER 22/04/2010

El poco peso de la rehabilitación de la arquitectura y de los barrios en España es otro signo de nuestro retraso. Mientras que la media de la obra dedicada a la rehabilitación en Europa es del 50%, en nuestro país no llega al 20%. Hace sólo tres años construíamos más vivienda nueva que el Reino Unido, Francia, Alemania e Italia. Hoy tenemos un millón de viviendas vacías y estos países han rehecho una parte de sus tejidos históricos.

Aunque tarde, el mismo Gobierno español lo ha entendido: superar la crisis e ir hacia una sociedad sostenible pasa por dar prioridad a remodelar y activar lo existente, frente a la obra nueva y al crecimiento sin límites. Ello comporta un cambio radical a todos los niveles: un nuevo marco legal que cambie la ley de 1959 que regula la declaración de ruina, actualice la Ley de Propiedad Horizontal y revise un código técnico que no ha establecido nada respecto a la rehabilitación; una cultura social del mantenimiento, que valore el entorno construido; un sector inmobiliario y de la construcción que se reestructure hacia las obras de menor tamaño y las tecnologías versátiles de la remodelación, y unos técnicos que transformen sus ambiciones de hacerlo todo nuevo para formarse como expertos en la rearquitectura.

Hay sectores que ya lo están promoviendo, como el Colegio de Aparejadores, Arquitectos Técnicos e Ingenieros de la Edificación de Barcelona, que prepara para octubre un congreso internacional de rehabilitación y sostenibilidad. Pero la mayoría de los poderosos están lejos de querer aceptarlo. Casos como la voluntad del Ayuntamiento de Valencia de derribar parte del barrio del Cabanyal, incluso con violencia policial, nos demuestran que en vez de adoptar el nuevo paradigma del reciclaje, al unísono con la Europa culta, seguimos siendo serviles ante el festín destructor del tecnocapitalismo. Cuando lo prioritario es reactivar unas políticas de vivienda que tengan la rehabilitación como objetivo, estamos aún más cerca de la brutalidad de la ley de la excavadora que de la cuidadosa y sostenible cultura de la restauración.

Aunque tarde, el mismo Gobierno español lo ha entendido: superar la crisis e ir hacia una sociedad sostenible pasa por dar prioridad a remodelar y activar lo existente, frente a la obra nueva y al crecimiento sin límites. Ello comporta un cambio radical a todos los niveles: un nuevo marco legal que cambie la ley de 1959 que regula la declaración de ruina, actualice la Ley de Propiedad Horizontal y revise un código técnico que no ha establecido nada respecto a la rehabilitación; una cultura social del mantenimiento, que valore el entorno construido; un sector inmobiliario y de la construcción que se reestructure hacia las obras de menor tamaño y las tecnologías versátiles de la remodelación, y unos técnicos que transformen sus ambiciones de hacerlo todo nuevo para formarse como expertos en la rearquitectura.

Hay sectores que ya lo están promoviendo, como el Colegio de Aparejadores, Arquitectos Técnicos e Ingenieros de la Edificación de Barcelona, que prepara para octubre un congreso internacional de rehabilitación y sostenibilidad. Pero la mayoría de los poderosos están lejos de querer aceptarlo. Casos como la voluntad del Ayuntamiento de Valencia de derribar parte del barrio del Cabanyal, incluso con violencia policial, nos demuestran que en vez de adoptar el nuevo paradigma del reciclaje, al unísono con la Europa culta, seguimos siendo serviles ante el festín destructor del tecnocapitalismo. Cuando lo prioritario es reactivar unas políticas de vivienda que tengan la rehabilitación como objetivo, estamos aún más cerca de la brutalidad de la ley de la excavadora que de la cuidadosa y sostenible cultura de la restauración.